Sinopsis

Indudablemente creemos en nuestra realidad, sabemos que nuestra realidad existe, o al menos lo que podemos percibir en el espacio-tiempo en que esa aparente realidad se manifiesta en el soporte físico en el que evolucionamos. Es por ello que, aún desde temprana edad, las impresiones de aquellos mis primeros años fueron decisivas para intentar comprender la naturaleza de una realidad que se manifestaba oculta tras la evidente expresión de una materialidad aparente y tangible, visible y real a la percepción de mis sentidos. Y a mi alrededor esa percepción se presentaba como una combinación de formas definidas y precisas cumpliendo ciclos vitales de destrucción y regeneración invariables. Todo mostraba el deterioro y la decadencia de la materia y de la forma, pero todo también resurgía de la destrucción con una fuerza y belleza incomparables. Para mí, mi intuición me decía que debería de existir una instrucción subyacente a la estructura de la realidad (o código de la “sub-realidad”) cuya ejecución fuera la causa de tan extraordinaria transformación, la razón fundamental bajo la cual el comportamiento de la materia y la energía era de esa forma y no de otra. Es extraordinario pensar que esa instrucción puede existir, que somos en realidad consecuencia de su ejecución, posiblemente el único medio bajo el cual las formas puedan comprender el sentido de su propia identidad. La realidad era, a mi modo de ver, el resultado de una instrucción primaria como principio origen de la estructura de nuestro universo.

Fragmento

Todos percibimos lo que indudablemente creemos es nuestra realidad. Una esplendorosa realidad que se muestra ante nosotros sorprendente y terrible, que constituye el soporte físico sin el cual nuestra existencia no sería posible, y en el que nuestro proceso evolutivo debe sin duda continuar. La realidad que conocemos nos muestra los límites que debemos respetar si nuestra intención es completar el ciclo vital al que irremediablemente estamos sometidos, y no solo en cuanto a nuestra propia forma, sino para todas las formas que integran el entorno de esa realidad. Estamos inmersos en un sistema cerrado de evolución continua en el que los parámetros de ejecución se resuelven con una precisión total y absoluta. Y esos parámetros incorporan las instrucciones fundamentales bajo las cuales el universo debe sin duda evolucionar en el tiempo. No hay nada misterioso en ello. El universo que conocemos se rige por esas leyes fundamentales de transformación y regeneración bajo las cuales el balance de la materia y la energía juegan a ese hermoso juego de la realidad. Una realidad dinámica y eficiente en donde las condiciones físicas necesarias para la generación de la vida, tal y como la conocemos, son posibles. La realidad en que existimos, tal y como mi temprana edad había intuido, era solo una increíble transformación.

Noticias…

En breve se publicará un libro de memorias y otro dedicado a realidades funcionales inteligentes.